domingo, 22 de marzo de 2009

MALES Y REMEDIOS



Estoy contenta, muy contenta.
Ayer fui a visitar a una de esas personas a las que me gusta acudir, ya lo sabes. Una mujer de edad indefinida, supongo que entre los 50 y los 60. Tiene una deficiencia física: es sorda, y dicen que eso le ayudó o le forzó a desarrollar más otros sentidos. Me la recomendaron hablándome de su gran capacidad para descubrir, sólo tocando, sólo masajeando, qué partes de tu cuerpo fallan y qué es lo que les ocurre.
Pruebo casi todas las cosas nueva de este tipo que me recomiendan. No cualquiera, sólo las que me ofrecen una cierta seriedad.
Y allí que me fui, madrugando un sábado por la mañana para llegar a la cita a casi 100 kilómetros de mi casa.
Cuando entré en esa sala, me sorprendí. Esperaba algo más acorde con los especialistas que había conocido hasta ahora. Algo más 'zen'. Quizás una luz más ténue, olor a incienso... no había nada de eso. En su lugar un cuarto muy pequeñito, con una temperatura excesivamente alta por la calefacción que enfocaba directamente a la camilla.
Y empezamos a hablar.
R me tomó de la mano, me miraba fijamente a los labios para entenderme y aún así a veces no lo lograba. Me hizo preguntas sobre por qué estaba allí, y le fui sincera:
- 'Tengo multitud de pequeños o grandes problemas de salud, pero si te debo ser sincera, y por muy tonto que parezca, lo primero que quiero solucionar es mi sobre-peso, esta barriga que no para de crecer y que sólo consigo frenar haciendo régimen, pero no logro bajar'
Le hablé también de mi vista. Y ahí quedaron todas mis explicaciones.
Sus preguntas iban más orientadas a mi nivel emocional. Hablé de mis parejas, de mis ganas truncadas de darle un hermano a Sara... pronto me dijo que no creía que yo tuviera ningún problema físico, 'creo que a tu cuerpo no le pasa nada'. Y eso, lejos de aliviarme me angustió. Porque ya no puedo hacer más por mi alma. Estoy tremendamente cansada de intentar ser más feliz... mi cuerpo hace tiempo que no es mío, que actúa como quiere, y que me boicotea la vida. Y eso nadie lo comprende. En esas circunstancias que te digan que no hay solución física a lo tuyo no es motivo de alegría.
Creí que me iba a hablar de embarazos psicológicos o cosas similares. No lo hizo.
Pero todo cambió cuando empezó con el masaje... rápidamente... no creo que hubieran pasado ni cinco minutos cuando me dijo ' estás tremendamente rígida... tu cuerpo está cerrado'... y casi me hundo, porque estoy harta de oír que debo abrirme más, que hasta que no consiga ser más permeable al mundo, el mundo no querrá entrar en mí... pero no me dan pistas que me funcionen sobre cómo lograrlo.
Y en menos de otros cinco minutos, de palpar varias zonas de mi cuerpo, de tocar puntos que dolían sólo con una ligera presión, pronunció la palabra mágica: reúma.
Era la primera vez que me lo decía alguien... pero todas las piezas del puzzle cayeron una tras otra... tuve otro momento de lucidez, de esos que he tenido varias veces en mi vida, como culminaciones a tanto buscar soluciones... cuando ya has abandonado la lucha.
He luchado años por dominar mi mente, por entenderme, a mí y a mi alma, creyendo que todo lo físico tenía únicamente una explicación emocional... y cuando tiro la toalla y decido cuidar mi cuerpo, buscar salidas....¡¡todo cuadra!!
Reúma, pero no sólo de huesos. Reúma generalizado, que afecta a todos mis órganos, que hace que nada en mi cuerpo funcione realmente como debiera...
Y mientras ella me va desgranando síntomas, yo asiento con la cabeza, mirándola como si se me hubiera aparecido la Virgen, porque por fin alguien me escucha y me entiende... qué ironía ¡alguien sordo!
Me mencionó males que yo no le habría ni comentado: todos relacionados con lo mismo. Cosas que llevan ahí años, que yo había asumido como una molestia.... me reconoció que no puedo hacer régimen por dos motivos: porque no serviría casi de nada y porque mi cuerpo no se lo puede permitir.
No serviría de nada porque mis sistemas no están funcionando bien, y no reaccionan como los de un cuerpo totalmente sano. Y no me lo puedo permitir porque mi energía vital es tan escasa que cualquier restricción me llevaría a estar mucho peor.
Por lo mismo no puedo hacer ejercicio. Lloré... alguien, por fin, no me mira como a una perezosa que no quiere forzar su cuerpo, alguien entiende que yo me quedo mirando la clase de fitness del gimnasio pensando 'quién pudiera hacer algo similar', y que nunca entro, porque sabía que no podía... porque me encuentro mal, rematadamente mal cuando fuerzo mi cuerpo.
Se me podría leer pensando que soy un ser extraño (o algo peor) que se alegra de que le hayan dscubierto una fibromialgia, o una reumatitis generalizada, llámalo como quieras, o un síndrome de fatiga crónica... Pero por eso lo cuento aquí, y no en mi otro blog, el 'público', porque estoy harta de sentirme juzgada y de dar explicaciones.
Y si, salí de allí llorando, y muy feliz. Ponerle un nombre a un problema te abre las puertas para conseguirle soluciones.
R me asegura que podemos mejorar mucho, empezando símplemente con unas sales minerales y un par de pautas muy simples.
Yo ya sueño con recuperar mis energías, con volver a dormir y levantarme descansada, con poder llevar adelante mi casa como hace tiempo no puedo. Y mientras tanto ya no me martirizo si en medio de mi limpieza semanal me siento a escribir un rato al ordenador y al final la tarea se queda pendiente, porque ahora empiezo a entenderme.
Y entenderme es el primer paso para quererme. El segundo son unas sales minerales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario