jueves, 26 de noviembre de 2009

ONCE MINUTOS

Pagó el café, se levantó, dio las gracias a la chica que la atendió, dejó una buena propina (había creado una superstición al respecto, si daba mucho, recibiría también mucho), caminó en dirección a la puerta y, sin darse cuenta de la importancia de aquel momento oyó la frase que cambiaría para siempre sus planes, su futuro, su hacienda, su idea de felicidad, su alma de mujer, su actitud de hombre, su lugar en el mundo:

- Espera un momento.

Miró sorprendida hacia un lado
(...)

- No te vayas, esoy terminando este retrato y me gustaría pintarte a tí también.

María respondió, y al responder, creó el lazo que faltaba en el universo:

- No me interesa.

- Tienes luz, déjame por lo menos hacer un esbozo.

¿qué era un esbozo? ¿qué era "luz"?

(....)

Del diario de María, justo después de dejar el aburrido libro a un lado:

"me gustaría poder hacer por él lo que él hizo por mi. He estado pensando mucho, y he descubierto que no entré en aquel café por casualidad; los encuentros más importantes ya han sido planeados por las almas antes incluso de que los cuerpos se hayan visto.
Generalmente estos encuentros suceden cuando llegamos a un límite, cuando necesitamos morir y renacer emocionalmetne. Los encuentros nos esperan, pero la mayoría de las veces evitamos que sucedan. Sin embargo, si estamos desesperados, si ya no tenemos nada que perder, o si estamos muy entusiasmados con la vida, entonces lo desconocido se manifiesta, y nuestro universo cambia de rumbo.
Todos sabemos amar, pues hemos nacido con ese don. Algunas personas lo practican naturalmente bien, pero la mayoría tienen que reaprender, recordar cómo se ama, y todos, sin excepción, tenemos que quemarnos en la hoguera de nuestras emociones pasadas, revivir algunas alegrías y dolores, malos momentos y recuperación, hasta conseguir ver el hilo conductor que hay detrás de cada nuevo encuentro; si, hay un hilo."

Paulo Coelho, once minutos.