lunes, 27 de abril de 2009

¿Y SÍ LO HAGO?

Desperté sintiéndome desasosegado. Quise escuchar tu voz, oír tu risa. Deseaba verte, tenerte aquí, alargar mi mano y tocarte. Pero no estás. Nunca estás porque jamás me atreví a correr detrás de ti para retenerte. A solas con mi corazón comprendo este pesar: cuando te conocí comencé a vivir, a sentir y amar… pero no supe cómo decir: ven conmigo, juntos hoy y mañana. Y ahora, a solas en mi cama, mirando el techo, sintiendo el silencio, entiendo con rabia y amargura que mi existencia ha estado en suspenso. Durante años he esperado, y los años se me han ido aguardando a que continúe mi vida. También la tuya, por mí te has detenido esperando a que una vez te llame y simplemente diga: ven. ¿Por qué no me odias? Tu cariño sin egoísmos es otra espina en mi alma. ¿Dejaré alguna vez de sentir este pesar, este vacío, este dolor? Sé que podría, tan sólo debo reunir coraje y llamar…

JC

NOTA: Es poco, lo lamento, pero no siento deseos de escribir. Ando tan deprimido que ni hacer esto, que me divierte, me distrae.

ALGUNOS AÑOS DESPUÉS…

Hace tiempo, en uno de esos blogs a los que tanto me aficioné llevado por amigos, sobretodo por Fátima, a quien la película le pegó duro desde el primer momento (un día les contaré cosas sobre ella), leí una linda historia, escrita por no recuerdo quién, tal vez era EL PUTO JACK TWIST, o UN ANGEL, pero no estoy seguro. Los dos escriben muy bien. El relato era sobre la muerte de Ennis del Mar, de cómo él la imaginaba. Era algo desgarrador, hermoso y terriblemente triste. A mí me encantó, aunque me sumía más en ese aire de melancolía y tristeza, y también de enamoramiento, al que me arrastró la cinta, debo admitirlo. Creo que ya he dicho que soy incondicional de Jack Twist, quiero tanto a ese personaje que cuando veo a Jake Gyllenhaal en otras cintas, me parece que es más que bueno, una maravilla, uno de los mejores del cine, aunque no fue la gran cosa en El Día Después de Mañana. En Cielo de Octubre me parece que estuvo mucho mejor, aunque no transmitía tanto como ahora sabemos que puede hacer. Y no me acusen de hereje aquellos que lo admiran igual que yo, como años atrás hacía yo con quienes criticaban El Imperio Contraataca.

Bien, vuelvo a ese relato: como dije era hermoso, y la mayoría de los que hacían comentarios en esa página estaban de acuerdo. Muchos apuntaban que habían llorado al leerlo, lo que no me era difícil de creer. El caso es que hubo un disidente, alguien que decía que no estaba de acuerdo, que había sido algo injusto y triste, que él prefería imaginar que Ennis del Mar vivió triste durante mucho tiempo, soñando con su joven amor de mirada azulada en lo alto de una montaña, hablándole de vez en cuando y pidiéndole que lo acompañara en los días y noches malas; que llevaba una vida de soledad, apuesto y rudo como era, cargando con una existencia aséptica, sin lujos ni gustos, hasta que un día repara en la mirada nerviosa y turbada de un joven peón que estaba prendado de él. Sería… bonito imaginar que eso pasó, que Ennis no terminó horriblemente sólo; pero por dos motivos, no le veo futuro a la idea. O tal vez no entendí tan bien la película como creí hacerlo.

Lo primero es que Ennis del Mar no parecía el homosexual típico. No hablo de que fuera cerrado, inaccesible, homofóbico y que temiera mostrarse al mundo como era en realidad. El caso es que Ennis del Mar era un hombre imposibilitado para mostrar afectos, o afecto a secas, y tal vez hasta para sentirlos. Eso impidió toda posibilidad con su mujer, Alma, o con aquella camarera, o con sus propias hijas. En una escena de la película, cuando está regando brea o algo así en una calle, se nota que un tipo intenta hablar con él, y él ni le para. No lo mira, no le habla. Así era ese carajo. El único que logró superar todas sus reticencias, sus barreras, prejuicios y hosquedades había sido Jack Twist (¿y cómo no iba a hacerlo un tipo tan apasionado?). Y Ennis se enamoró de él, del tipo que le enseñó que estaba vivo. Toda su felicidad, y todo su tormento, vino de eso, de que por primera vez alguien lo hacía reír, hablar, amar, desear compañía, caricias y ternura, pero resultó que esa otra persona era un hombre. El drama para Ennis del Mar era que se había enamorado de un hombre, que su primer y único gran amor era ese, Jack Twist. Durante toda la trama Jack coquetea con la idea de estar con otros, aceptándolo digamos que como una necesidad biológica y hasta afectiva mientras iba envejeciendo y entendía que Ennis jamás cedería. Pero Ennis nunca lo hizo, nunca consideró posible el mirar a otro sujeto. Amó y sufrió, y ese sufrimiento debió asociarlo a su amor por un tipo, por lo que creo difícil, sobretodo en un ser como él, que lo intentara otra vez después de la muerte de Jack. A menos que fuera eso lo que le prometiera en la última escena, que juraba intentar vivir de nuevo. Y eso me lleva al segundo punto…

El cual es que no lo acepto. No puedo imaginar que después de Jack Twist, Ennis pudiera desear estar con alguien más. Más que eso, no me parece justo. Jack, el alegre, parlanchín, vivaracho, lleno de ternura, de amor y entrega le había ofrecido todo su amor, y él lo tomó por sorbos, obligando a Jack a vivir solamente por ratos; y Jack había muerto en un estúpido accidente (es lógico que Lureen también estuviera mal, había perdido a Jack). No es justo que Ennis siga adelante, que encuentre a alguien más y ame, alegre y feliz, comiendo perdiz. No, me gusta más la imagen del eterno viudo que cada mañana lleva la cuenta de los días, meses y años que ha vivido separado de su gran amor. Sé que es algo duro y cruel, pero Ennis fue duro y cruel con Jack, a pesar de que también él sufrió mucho. Sencillamente me cuesta perdonarlo. Sin embargo, no me parece decente sólo mostrar mi parecer, así que voy a reproducir aquí un cuento sobre Ennis del Mar que tomé de uno de esos blogs hace dos años y que archivé en Documentos, por lo que para ahorrar espacio me salté mucha información y ahora no sé quién lo escribió, ni siquiera el título original que llevaba. Si alguien lo reconoce, que no se moleste conmigo e intente transmitirnos la información para que todos sepan quién fue el poeta original. Lo reproduzco ahora en reconocimiento a sus méritos, aunque lo adapto un poquito a lo que pienso. También en memoria de Jack.

UN DÍA, AÑOS DEPUES DE BROKEBACK MOUNTAIN

Eras feliz, debiste entender que era tu vida…
……

“Ya ha transcurrido demasiado tiempo desde el año de Jack”, pensó Ennis con una leve sonrisa de pesar y ternura al levantarse de la cama y verse cegado por la brillante luz del exterior de un día más, otro que había logrado sobrevivir sin saber exactamente cómo. Y su mente lo llevó, como cada mañana, a Brokeback Mountain, donde los inviernos solían ser duros y largos, con una nieve que no abandonaba el lugar hasta bien entrado el mes de abril. Eso decían todos; sin embargo, ese año, el año de Jack Twist, salvo pequeñas lluvias ocasionales, el cielo había resplandecido con un azul puro y helado, y continuó así hasta pasadas las fiestas de navidad. Un azul que a él se le antojaba hermoso, sin entender bien el por qué, hasta que una noche se miró a sí mismo en los ojos de Jack.

El hombre observó durante un largo rato el huidizo reflejo de su rostro en la ventana, fijándose en los ángulos y surcos que los años habían trazado en sus facciones, en su cabello cada vez menos dorado y más grisáceo, y en su expresión cansada. No era un hombre viejo, pero a veces sentía que había vivido demasiado tiempo (ha pasado demasiado tiempo, Jack). A pesar de todo ello, el vaquero volvió a sonreír levemente, con una dulzura, nostalgia y ternura que muy poca gente ha logrado ver, porque en días claros y hermosos como aquel, cuando el cielo parecía infinito, despejado de toda nube, creía detectar una sombra de espejismo en el firmamento, algo que se iniciaba en dos puntos particularmente celestes y que luego iban dibujando un rostro franco, de gran sonrisa, de sombrero negro y camisa igualmente azulada. Una ilusión de tal belleza que lo lastimaba a veces, empañándole la mirada. El hombre adivinaba la imagen de Jack Twist contra el firmamento, joven y alegre, vital y hermoso, de la misma manera en que podía detectar la forma del pez que se desliza bajo la superficie del agua.

Esos momentos eran los más maravillosos y duros en la vida de aquel hombre, porque el tiempo se detenía lentamente, casi sin notarlo, y luego comenzaba a retroceder. Diez, veinte, treinta años atrás, y se encontraba con él mismo, joven, lleno de fuerzas, de ganas de vivir, pero temeroso al mismo tiempo de hacerlo, de sentir, de desear lo que creía no estaba bien. Se veía ingresando otra vez, a cuatro patas, avergonzado y suplicante, dentro de una tienda donde se juró no entrar otra vez, pero necesitando ver nuevamente al carajo al que había ofendido horas antes. Y allí estaba él, recostado, esperándolo con una mezcla de esperanza y temor, con su torso joven desnudo y los ojos llenos de estrellas, infinitas, hermosas y brillantes, que lo arrastraban a otros cielos, unos donde deseaba perderse para siempre. Volvía a ver al atractivo joven mirándolo con muda suplica, con entrega, con generosidad y amor; y revivía el calor, el deseo y el amor que él mismo llegó a sentir en ese momento. Y nuevamente se sumergía en él, en sus brazos, en sus labios, probando la vida, la dulzura, la ternura. Se sumergía en su amor, porque era amor, ahora podía reconocerlo como tal. No era carne, no eran sólo ganas, era el deseo de vivir, corresponder y pertenecer a algo, a alguien, a estar completo por una vez en la vida, acompañado, lejos de la soledad del alma; a pasar días, meses y años así, existiendo a plenitud.

“Basta, Ennis del Mar. Ya no hay tiempo para eso. Ya no hay tiempo para los recuerdos de un viejo”, se dice el hombre. “Ya deberías estar camino al pueblo para atender tus obligaciones”.

Se afeitó apresuradamente, cortándose en la barbilla, y anduvo por la vieja cabaña tropezando con todo lo que se encontró, mientras sujetaba un pañuelo de papel contra la herida y rebuscaba en los cajones la ropa del día. Logró vestirse sin alterar demasiado el orden a su alrededor. Se calzó el viejo sombrero y se medio inspeccionó en un pequeño espejo, sonriendo con cierta burla.

“Estás medio presentable, viejo”, se dijo con una leve sonrisa. “No hay nada peor que un viejo engreído, del Mar, recuérdalo siempre”.

Saliendo de la rústica vivienda escuchó a Ed trastear en el establo, con los caballos.

-Hey, Ed, bajo al pueblo por comida. ¿Necesitas algo?

-¿Qué tal un beso? –le respondieron.

Ennis del Mar se sorprendió, como siempre le ocurría, al verlo aparecer sonriente, mirándolo con ese afecto entre tímido y cargado de adoración. Al hombre le costaba comprender que después de tantos años juntos, Ed mantuviera esa misma mirada enamorada de la primera vez que se conocieron, esa noche en aquella taberna. Recuerda que en ese momento apenas se sostenía de pie frente a la barra y peleaba con el maldito cantinero que se negaba a servirle otra cerveza, tal vez al verlo tan tambaleante y sabiendo que vivía retirado. Y solo. Todos sabían que era el hombre que vivía solo, y aunque se comentara de tarde en tarde, nadie se metía en eso. Y mientras discutía por su trago, por su derecho constitucional a morir bebiendo, no reparó en Ed hasta que este le preguntó su nombre por tercera vez, con la misma sonrisa, los mismos ojos grises y el mismo cabello rubio de ahora, años después, aunque menos ralo.

-Ennis. –había balbuceado él, respondiéndole esa noche, enfocando el rostro del otro a duras penas a través de los vapores del alcohol, su único viejo y leal amigo de años y años.- Ennis del mar. –y al decirlo la voz le tembló y su mirada se nubló, porque el recuerdo de una situación parecida vivida muchos años atrás fue como un latigazo en una herida abierta (Jack, Jack), tanto que lo hizo contraerse involuntariamente, jadeando leve, con tanta fuerza que tuvo que cubrirse el rostro con los dedos, quizás creyendo que la oscuridad sería su aliada y aliviaría un poco ese terrible dolor. El viejo dolor que nunca se iba.

-Ennis del mar. –oyó repetir entonces al desconocido, con voz grave y suave.- Parece el nombre de un personaje de leyenda, ¿no? –y el hombre, con la mirada desencajada, lo miró, largamente, y el atractivo joven comprendió que una batalla terrible se libraba dentro del otro.

Aquella noche Ennis no pudo responderle nada, como no fuera desviar la mirada y atrapar su botella de cerveza con fuerza, buscando equilibrio y apoyo para no caer bajo el peso del dolor. No le habló, ni ninguna de las muchas otras noches cuando ese joven parecía buscarlo. Él no deseaba la cercanía de nadie, no esperaba a nadie. Ya no esperaba nada de la vida. Un día tocó las puertas del Cielo con sus manos, ahora lo sabía, había tocado la eternidad y la felicidad, y lo había dejado ir todo; ya no tenía derecho a nada, lo que iba a dársele, se le entregó y él lo había jodido. No puede evitar sonreír con dolor, con una tristeza infinita al reconocer su falta, ¡todo había sido su culpa! y ahora sólo quedaba la penitencia. Ya no estaba Jack para darle la absolución, como un día, muchos años atrás cuando lo ofendió pero luego tuvo que ir a él, buscando sus brazos, su calor, su amor, encontrándolo todo. Ahora había tocado fondo y ya no podía hacer otra cosa sino estar, aleteando como un pez fuera del agua que se asfixia lentamente hasta morir (morir finalmente, como él). No, él no buscaba a ese joven de rostro franco, que le hablaba de su trabajo, de su familia, que le preguntaba qué hacía, dónde vivía, que deseaba saber cosas de él. Ennis no quería oír, no deseaba oír nada más, pero el joven lo miraba y sonreía, y le hablaba.

El hombre nunca estuvo muy seguro del tiempo que transcurrió hasta el momento en que abrió los ojos en medio de la noche y encontró a Ed desnudo, de espaldas, y a él recostado del joven, bajo las mantas en la misma cama. Y fue un shock, ¿qué había hecho? Y se ahogaba, ¿qué había hecho? Para el hombre el mundo se derrumbaba, ¿qué había hecho? Estaba aterrado y quería gritar, agitándose en la cama. Sentir las manos del joven en sus cabellos, acariciándolo mientras le siseaba que tuviera calma, lo angustió todavía más.

-Está bien, Ennis. Todo está bien. No pasa nada malo. Sólo descansa. –le susurró suavemente, y nunca como en ese momento al hombre le pareció que el tiempo había virado, que no era Ed quien estaba ahí, que era otro quien lo calmaba, que lo consolaba por ceder a eso que su piel, su ser y todo él le pedía con desesperación; eran las caricias de otro hombre, la ternura de otro hombre, el amor de otro hombre que de alguna forma, tal vez invocado por la fuerza de sus recuerdos, de su dolor, de su deseo, se había materializado para él, al fin, para traerle paz y consuelo. No eran los brazos de Ed reteniéndolo, eran los del otro, era él, al fin, que se apiadaba de su dolor y volvía.

Ennis del mar no recodaba nada de lo que había ocurrido hasta ese momento, pero sí recordó que se encogió, aferrándose a Ed y que lloró. Aunque decir llorar era poco. El hombre se derramó sobre el otro como nunca imaginó hacerlo antes (había llorado tres veces en forma terrible en su vida, pero nadie lo había presenciado). El hombre se deshizo en lágrimas. Era difícil que una persona pudiera volcar de una sola vez tanta pasión delirante y no saciada, tanto amor extraviado y extrañado en las noches de una soledad caliente y desesperante, tanta pérdida que vaciaba su alma, tanto dolor que lo marcaba como hierro al rojo vivo cada día de su vida, pero Ennis lo hizo. Se vació, quedo exhausto. Y en medio de las lágrimas llegaron los jadeos ahogados, entre hipos, de un nombre que Ed no entendió bien, de reclamos por una partida, dejándolo solo para siempre para que se muriera en vida, de arrepentimiento por todo lo que no dijo ni hizo. Ennis lloró y lloró por su vida larga, por su vida triste, por su cabaña solitaria donde el viento (traidor y cruel) entraba por la tardes melancólicas, susurrando por los rincones un nombre que le dolía (Jack, Jack). Lloró hasta que comenzó a dolerle respirar, por tantas despedidas sin sentido que él pudo evitar, al bajar de una montaña, al salir de un motel, al rechazarlo al divorciarse de Alma, por la discusión final, cuando se marchó sin volver la mirada. El hombre lloró hasta que le dolió no haberse muerto ya para ir tras él, a buscar en el más allá una sombra, un recuerdo (Dios lo perdonará, porque decían que era todo amor, y si no, que lo condenara junto a él, a su lado, y el infierno ya no sería infierno, no más que esta vida). El llanto duró hasta que dolió seguir llorando.

-Esta bien, Ennis del Mar, todo estará bien. –continuó diciéndole Ed, en voz baja, sin dejar de cobijarlo y sujetarlo entre sus brazos, sin comprender que esa misma ternura, entrega y preocupación lastimaba más al hombre, porque le recordaba al otro que tanto le había dado, aquel que tanto lo había amado y a quien él adoró de una forma que no entendió hasta mucho después.- Ya todo está bien, créeme. Y sí no, ya lo estará, te lo aseguro. –y la promesa asustaba a Ennis, porque le hacía entrever y albergar esperanzas, con un mundo donde se ilusionaba con dejar las sombras atrás; pero tampoco quería eso, porque le parecía una cobardía (¡una traición, Ennis!, eso es lo que es, traicionas a Jack Twist; le gritaba una parte de su mente), así que no quedaba otra que… llorar más, entre jadeos ahogados, mojando al otro con sus lágrimas, saliva y mocos.
……

Al cuento le falta un pedazo. Eso viene después.

JC

sábado, 25 de abril de 2009

ESTALLA UNA BOMBA EN PAKISTÁN

El juguete rodaba de mano en mano, todos lo deseaban. Eran niños y todo lo olvidaban al tener con qué jugar… y al competir entre ellos por ver quién lo tendría. Pero este era distinto. Un grupo de personas está molesta, molesta por algo, y como medio de lucha y protesta, alegando que así se los ordena el dios de la violencia, llenaron el juguete de explosivos. Y estalla al noreste de Pakistán. Una bomba en un juguete. Seis niños mueren, cinto quedan gravemente heridos. Y alguien se felicita por su éxito, entre risas, abrazando a un camarada, y en otras partes del mundo voces se levantan ya justificándolo, se trata de pobres luchadores ocultos que matan al que pueden para dejarse oír… mientras los ojitos muertos, muertos para siempre, muestran una extrañeza vacía. Y un grupo de mujeres, olvidadas para siempre de toda felicidad, angustia o creencia, llora desgarradoramente. Para ellas no puede haber consuelo, sus hijos han muerto, porque alguien estaba molesto con otros y se le ocurrió que esa sería una buena forma de hacerlo notar, es su derecho. Valientes guerreros de porquerías, hermanos de quienes encadenan a otros a un árbol, o los encierra tras una empalizada a que mueran de hambre, o los llevan a las duchas al lado de los hornos. Sin embargo, lo más aberrante e imperdonable son las voces que justifican el terror. Requien por esos niños.

JC

domingo, 19 de abril de 2009

LA VERDAD TRAS EL ESPEJO




¡Tan bella y simple la teoría!

¡Tan difícil la práctica!...

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jueves, 16 de abril de 2009

TE ESPERO

Vuelve pronto, por favor. A veces no me importa que estés lejos, basta saberte en este mundo para sentirme feliz… Pero en otros momentos me duele tanto ver mi reflejo en el espejo, deseando que fuera el tuyo, que no sé de donde saco fuerzas para continuar viviendo.
……

Vivir extrañando debe ser difícil. No para el que viaja sabiendo que el amor lo aguarda, en su casa, en su pueblo, sino para aquellos que piensan que a esa pasión no tienen ‘derecho’.

JC

martes, 14 de abril de 2009

DE SEMANA SANTA Y OTRAS COSTUMBRES DE PUEBLOS

Cosas de fe, son cosas de querencias. De desear creer, de tradiciones. Criado en un pueblo pequeño, pronto supe de sus costumbres, en navidad, fin de año, fiestas patronales, carnavales y semana santa. Se la tomaban muy en serio en Guatire, pueblo mirandino cercano a Caracas. Contaría poco menos de seis años cuando atesoré el primer recuerdo de las conmemoraciones de la Semana Mayor. Bien temprano, con mis padres y los hermanos que ya tenía para ese momento, fuimos ese Domingo de Ramos al templo. Recuerdo que todo me parecía extraño; nosotros, tiras de horas de palmeras en manos, esperando en la plaza al pie de la iglesia, y de pronto la gente gritando y agitando las palmas mientras un señor mayor, el padre Mariano, a lomo de burro, se acercaba a la entrada, seguido de otro sacerdote, dos monaguillos y algunas monjitas. A él lo esperábamos y cantábamos alabanzas; tiempo después supe que así honrábamos la entrada de un hombre bueno, muchos siglos atrás, en la Ciudad Santa.

Guatire era, y es, fiel a las procesiones. Desde el Domingo de Ramos hasta el Viernes Santo, sus calles son recorridas por imágenes veneradas, seguidas de los fieles, velas en manos. El domingo es “Jesús en el huerto”, como representación de la entrada entre palmas; el lunes, “Jesús en la columna”, atado y azotado; el martes es “Jesús, humildad y paciencia”, cargando ya su corona de espinas; los miércoles es el Nazareno, cargando con su cruz y ayudado eternamente por el Sirineo, seguidos de una legión de personas vestidas de morado; los jueves es “Jesús crucificado”, el “Cristo”, la imagen más alta y dramática de todas; los viernes sale “el Santo Sepulcro”, con el Cristo muerto. Para los niños era una fiesta divertida, saltábamos entre los bancos de la plaza, nos arrojábamos de un muro alto detrás de la iglesia (hoy en día me asombra que lo hiciéramos, me parece tan alto), comíamos perros calientes, cotufas, raspados, algodón de azúcar, jugábamos a quemar a otros con la esperma caliente de la vela, y los más malévolos, quemaban cabellos ‘por accidente’. Los adultos iban silenciosos, solemnes, casi todos mirando la imagen. El recorrido siempre era, y es, igual; a la entrada misma de la iglesia, la banda de música entona himnos sacros. Recuerdo que me impresionaban especialmente los Miércoles, Jueves y Viernes Santos. Había solemnidad y majestad en ese rostro torturado coronado de espinas que padecía tal calvario. Aclaro que la verdadera fe no la aprendimos, al menos yo, en la iglesia. Uno aprendió a conocer y querer al Pescador en las viejas películas de cada semana santa. Confieso que me encantaban. Cada año, mientras vivimos todos juntos bajo el techo de mamá y papá, mirar esas cintas era parte de la tradición.

Bien, la imagen sale, en hombros (nunca con rueditas) por la puerta principal, hay que subir una pequeña rampa donde todos se apiñaban, y se detenía la imagen por primera vez al salir de ella, frente a las escaleras de un barrio llamado, sospecho que no coincidencialmente, El Calvario. En dos ocasiones especiales la procesión continúa hacía allí, el Miércoles y el Viernes Santos. Es difícil caminar entre esos escalones cargando con la imagen, los cargadores (no cobran por ello, son personas que pagan promesas) realizan un trabajo duro. Al bajarlo de El Calvario también lo detienen allí, al pie de esos escalones como hacen el resto de los días santos. Allí la gente acompaña la imagen, velan y muchos rezan. La banda entona un himno y vemos como elevan la imagen otra vez, y uno siempre contiene la respiración, pero los cargadores nunca nos fallan. Una vez en hombros, comienzan a bailarlo, de un lado a otro, al compás de la música. La procesión se tarda su tiempo. Hay una nueva parada pasada las cuatro esquinas de ‘arriba’, cerca de la prefectura del pueblo, y pasada la plaza que da a la iglesia, lo detienen frente a la capilla del reverenciado Nazareno, la imagine que sale los miércoles. Luego llegan a las cuatro esquinas de abajo y doblan hacía El Socorro, una panadería que ha estado en ese lugar desde tiempos de mi abuelo. Por esa estrecha calle la procesión, deteniéndose dos veces más, regresa a la plaza. Tan sólo hay una excepción, excluyendo como dije Miércoles y Viernes Santos. Es el Martes Santo.

Esta procesión de la imagen conocida como “Jesús coronado de espinas, humildad y paciencia”, muestra la representación de un Cristo en tapa rabo, con su corona, con muestras de latigazos, sentado con cara de tristeza, hace un viaje distinto. Sale por la calla trasera, bajando hacia El Socorro, siguiendo una ruta totalmente opuesta. De niño pregunté por qué y se me dio una explicación que erizó mi piel, porque era un niño y porque había justicia en su razón. Confieso que nunca he averiguado sí es cierto pero según resulta, un Martes Santos, mientras la imagen hacía su recorrido desde los pies de El Calvario hacia la capilla de el Nazareno, un ‘socio sostenedor del culto de la corona de espina’ (cada procesión es organizada y cada imagen decorada por un grupo de personas que le deben ‘favores y milagros’ a su representación de Jesús favorita. De hecho la cosa ya se vuelve más bien como una tradición, los padres llevan e inscriben a sus hijos en la sociedad); pues bien, ese socio, según la tradición, un médico buena gente de Guatire, que ayudaba a todo el mundo, fue atacado y asesinado por un desconocido. Alguien de quien nunca se supo el nombre. Por eso, al año siguiente, los socios decidieron que la imagen hiciera el recorrido al contrario, para que el Cristo ‘viera’ el rostro del asesino y supiera quién fue, y que este supiera que su crimen sí era conocido por alguien.

Pero de esa semana santa, de cuando era un niño muy niño, recuerdo mejor ese primer domingo de resurrección; durante la eucaristía (el momento más solemne de la misa), mientras las personas esperaban su turno para comulgar, una gente desde la parte trasera se decían algo unos a otros en voz baja. Era extraño porque en la iglesia no se habla, era lo primero que te enseñaban. Pero estas personas sí lo hacían. La gente escuchaba, sonreía y se inclinaba hacia los otros. La recuerdo todavía, una señora gordita, de cabello gris todo levantado como con laca, se me acercó para contarme a mí, el secreto. Yo no sé qué esperaba, tal vez algo extraño e insólito; fue algo como:

“El Señor ya no está en su tumba, ha resucitado; alabado sea el Señor”.

JC

domingo, 12 de abril de 2009

... DE TRAICIONES Y OTROS DOLORES




Hace un par de días vi 'La Pasión de Cristo'. Me impactó. No la había visto todavía, y creía que una película hablada íntegramente en arameo y latín, de la que me habían dicho que tenía un exceso de sangre y crueldad, no me iba a gustar. Lejos de eso, me encantó. Me pareció que debe acercarse mucho más a la realidad histórica que otras versiones. Y sobre todo me gustó el punto de vista: la relación entre María y Jesús. Nunca me había parado a pensarlo.
Para esa madre, que al fin y al cabo es lo que era, ver a su hijo escarniado, maltratado, torturado, y finalmente asesinado...

Y creo haberte hablado ya de otra María, de aquella que dos meses después del inicio de nuestra guerra Civil, allá por el 36, recibió una llamada en su puerta en plena noche. Eran tiempos difíciles, tiempo de miedo y de venganzas. En casa estaban con ella dos de sus hijos y su única hija, también María, la que 35 años después sería mi abuela, embarazada de ocho meses de la mayor de mis tías.


María Galera, mi bisabuela, abrió la puerta, y se sintió aliviada al ver que quien picaba era el mejor amigo de sus hijos. Ese que había compartido con ellos tantos dias de siega y de campo, y que solía comer invitado a su mesa, porque la casa de mi familia era de las primeras que se encontraban al entrar en el pueblo, y María siempre le decía al verlos llegar agotados por un día de durísimo trabajo bajo el sol andaluz "¿ahora te vas a ir para arriba?, hombre, ¡quédate a comer con nosotros!".


Pero el alivio le duró muy poco tiempo, tan poco como él tardó en pronunciar"diles que salgan".


Ella no lo podía creer, a pesar de que en la puerta también había más gente. La historia me la explicaron hace muchos años, y hará cosa de cuatro me la repitió, en una de las pocas conversaciones serias que tuvimos, María Olmo, mi abuela. No recuerdo muchos detalles. No sé cómo se llamaba el amigo de mis tíos, seguramente porque no hemos querido repetir mucho su nombre. No sé cuántos eran, pero lo que sí se es que María Galera suplicó, lloró, rogó... se arrodilló abrazando las piernas de aquel que había sido como su hijo mientras le decía "¿tú?, ¿tú que has comido tantas veces en esta mesa?... ¿tú a quién te he querido y tratado como a mi sangre?"

En ese momento una de las armas que traían se dirigió a la frente de María, y apoyándola en ella alguien dijo "y como no te levantes ahora mismo del suelo y ellos salgan ya, te llevamos a tí también"

Los dos muchachos, porque no eran otra cosa, salieron al oir la amenaza.

Y se los llevaron.

María Galera pasó la noche recorriendo, como loca, los campos, las acéquias... todos los lugares donde creía que pudiera localizar a sus hijos. No los encontró. Al amanecer sus dos gorras estaban colgadas en la tapia del cementerio. Esa era la forma gentil en que los verdugos hacían saber a las familias de las víctimas que ya no había esperanza. Aparecieron debajo de un puente por el que María había pasado una y otra vez esa noche... pero no miró debajo.

Nunca se recuperó. Nunca volvió a hablar. Nunca volvió a salir de su casa. Se vistió de luto y nunca más lo abandonó.

Durante la Guerra se vivieron muchos otros momentos duros, y al finalizar esta aún más, porque los vencedores se sintieron siempre con derechos sobre los vencidos. La familia del traidor siempre vivió cerca de la mía, pero no éramos una excepción en el pueblo.

Qué debió pasar por la cabeza de aquél hombre... qué amenazas debió sufrir, si es que ese fue el motivo... cómo siguió adelante con su vida sabiéndose responsable de la muerte de sus dos mejores amigos que habían cometido el único delito de ser simpatizantes socialistas y fieles a la República que el pueblo votó... qué hacía cuando se cruzaba con mi abuela por la calle... qué hacía mi abuela cuando lo veía...

Mi madre me ha contado muchas veces que pasó mucho tiempo con María Galera. María Olmo, mi abuela, la enviaba a hacerle compañía porque nunca más volvió a salir de su casa. Ella nunca le contó nada, ni de esa noche ni del resto de miserias de la Guerra, porque no quería inculcar en sus nietos la semilla del rencor ni el odio. Habló muy poco después de esa noche. Sólo suspiraba.

"...y de vez en cuando, se le escapaba un suspiro... que helaba el alma"

miércoles, 8 de abril de 2009

JUDAS ISCARIOTE… ¿EL TRAIDOR?

Ningún otro nombre ha venido a significar algo tan concreto: traición. Recuerdo cuando salió a relucir en una vieja película, Los Doce del Patíbulo, creo que era la tercera parte, cuando el coronel que dirigía al grupo entendió que los delataban desde adentro y lo dijo: “Hay un Judas en el grupo, uno de los doce es un traidor”. En una buena novela de Ágatha Christie, Los Cuatro Grande, donde Hércules Poirot enfrenta a cuatro genios criminales, en un capítulo su amigo el capitán Hastings es hecho prisionero y bajo amenaza de asesinar a su esposa le ordenan citar a Poirot a una trampa. A punto de hacerlo, Hastings se dice: “Entonces lo entendí, estaba traicionando a Poirot, yo era Judas”.

De toda la vida he sentido curiosidad por este personaje, Judas Iscariote, uno de los doce elegidos, uno de lo seguidores más cercanos de Jesús, aquel que lo traicionó por treinta piezas de plata. Siempre lo he encontrado extraño: ¿lo delató y entregó a pesar de ser testigo presencial, y directo, de los prodigios de ese hombre, de los llamados ‘milagros’? ¿No dudó en ningún momento mientras lo hacía, no se planteó ni una vez la cuestión sobre sí era o no el Mesías? ¿Fue Judas realmente el traidor despreciable, aquel que aún se quema en las pailas del Infierno mientras Salomé continúa bailando sobre brasas ardientes? ¿O sería tan sólo una desafortunada víctima de las circunstancia? ¿Deseó hacer una cosa y salió otra, cargando eternamente con la infame fama? El Judas del “Jesús de Nazaret”, de Franco Zefirelli, es retratado así, como una víctima de sus propios deseos. Quería gloria para Jesús, y lo entregó a quienes buscaban destruirlo. Pero ¿era Judas dueño de sí, o mucho antes, cuando los patriarcas aún vagaban por el desierto y se profetizaba el nacimiento, martirio y muerte del Cordero, ya su destino estaba sellado? Pudo negarse, pudo hacer muchas otras cosas, eso siempre se alega en su contra; pero ¿realmente podía desviarse de un plan trazado antes de su venida al mundo por Alguien superior?

Tal vez debió escuchar la advertencia que canta el coro mientras él se dirige al Sanedrín, en Jesucristo Superstar, en la versión en español: No Judas… Detente Judas… No lo hagas, Judas…

Dios, que nunca nadie me grite un día eso: Me traicionaste, Judas.

Julio César.

TERREMOTO

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Una de mis Amigas está muy felizmente casada con un chico maravilloso (como ella se merece). Han pasado por cosas que nadie debería vivir, pero ahí siguen, haciendo gala de su amor y siendo ejemplo para mí, manteniendo vivas mis esperanzas en la existencia y la pervivencia del Amor.

Pues bien, entre las múltiples dificultades que han tenido que superar ha estado la de la distancia física, porque él es bombero en Italia, y en cerca de siete años no han conseguido un traslado a España (burócratas sin corazón)

Hace poco menos de un mes (si no me falla la memoria) supe que R ya estaba ¡por fin! viviendo en su casa española... se acabaron por una buena temporada las idas y venidas, las ausencias... como siempre me pasa me emocioné.

Hace un par de dias les volví a llamar, hablé con él. Llamé preocupada porque sé que su pueblo no está demasiado lejos del epicentro de los terremotos que acaban de sufrir en L'Aquila. El estaba mal, sufriendo por no poder ayudar, por no estar allí, era primera hora de la mañana y ya había hablado con amigos, familiares...y con su cuartel. Sus compañeros se habían unido a las labores de rescate, sólo había quedado un pequeño retén en el pueblo. Me explicó que se encontraba en la terrible disyuntiva de decidir volverse y perder su excedencia o quedarse en casa, con su mujer y su niño, inquieto y desesperado por no poder ayudar, a pesar de que sus compañeros le insistían que no hiciera nada, que todo estaba bien, que le llamarían si le necesitaban.

Y eso contrasta horrorosamente con la actitud del presidente de su país, chirriante, casi demente.

No voy a comentarlo, me limitaré a copiar y pegar una nota de prensa:

El primer ministro de Italia, Silvio Berlusconi, ha invitado este martes a los damnificados del terremoto que se han quedado sin casa a ir a pasar unos días al mar, donde numerosos hoteles se han mostrado dispuestos a acoger a los desalojados. "Id hacia la costa, es Pascua, tomaos unos días que pagamos nosotros", ha recomendado el primer ministro a los afectados mientras visitaba uno de los campamentos que han sido levantados por la Protección Civil en la zona de la tragedia.

El primer ministro ha estrechado la mano a numerosos damnificados que se han quedado sin casa y están esperando a que el Estado solucione su situación. "Tranquilizaros, nosotros nos encargamos del inventario de las casas dañadas y vosotros vais a reposar a la costa. El Estado está cerca de vosotros", ha insistido.

Y a los niños que a su paso gritaban ''¡Viva el Milán!'', el equipo de fútbol que pertenece a la familia de Berlusconi, les ha emplazado a pedir a sus madres que les lleven al mar, donde están los hoteles.


Definitivamente hay pueblos que no se merecen a sus gobernantes... ¡aunque les hayan votado!

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lunes, 6 de abril de 2009

BRAVO, SEÑORA K…

El gran salón se apresta a oírlo, tal vez sin desearlo, pero tampoco evitándolo. El protocolo ordena que se aplauda, y en medio de ellos, el hombre, el carnicero de Darfur cruza el podio. Altanero, seguro de sí, desafiante; él es un presidente democrático y soberano… llegado al poder veinte años atrás mediante un sangriento golpe de estado. ¡Eso se le tiene que respetar, carajo! Qué asesinó a trecientas mil personas, una minucia; más mató el diluvio. Pero ella no lo cree así; con rostro severo la mujer se pone de pie y cruza el gran salón… en sentido contrario. Sale. Y con ella se va la poca dignidad que pudiera quedar. Y en sus pasos, con su acto, personificó a la multitud no representada por políticos y gobiernos. Al salir, mostrando su desprecio y desaprobación, encarnaba a un mundo que repudiaba al criminal. Me representó a mí. No quiso ella fingir que no sabía, que no le importaba. Cuánta determinación, qué resolución… ¡Mujer tenía que ser!

Julio César.

viernes, 3 de abril de 2009

COVER MY EYES


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¡Ya está bien, mi querido vaquero!... ¡démosle un poco de caña a la cosa!

Si esta canción no consigue darme un subidón nada puede... las hay mejores, más bonitas, con más mensaje... seguro. Pero esta es MI canción. La del flechazo con Marillion.

Y ese punto de locura de Hogarth... JC, ya que estamos un poco p'allá ¡disfrutémoslo!

¡Pain and Heaven!

Espero que llegues a sentirla