miércoles, 8 de abril de 2009

JUDAS ISCARIOTE… ¿EL TRAIDOR?

Ningún otro nombre ha venido a significar algo tan concreto: traición. Recuerdo cuando salió a relucir en una vieja película, Los Doce del Patíbulo, creo que era la tercera parte, cuando el coronel que dirigía al grupo entendió que los delataban desde adentro y lo dijo: “Hay un Judas en el grupo, uno de los doce es un traidor”. En una buena novela de Ágatha Christie, Los Cuatro Grande, donde Hércules Poirot enfrenta a cuatro genios criminales, en un capítulo su amigo el capitán Hastings es hecho prisionero y bajo amenaza de asesinar a su esposa le ordenan citar a Poirot a una trampa. A punto de hacerlo, Hastings se dice: “Entonces lo entendí, estaba traicionando a Poirot, yo era Judas”.

De toda la vida he sentido curiosidad por este personaje, Judas Iscariote, uno de los doce elegidos, uno de lo seguidores más cercanos de Jesús, aquel que lo traicionó por treinta piezas de plata. Siempre lo he encontrado extraño: ¿lo delató y entregó a pesar de ser testigo presencial, y directo, de los prodigios de ese hombre, de los llamados ‘milagros’? ¿No dudó en ningún momento mientras lo hacía, no se planteó ni una vez la cuestión sobre sí era o no el Mesías? ¿Fue Judas realmente el traidor despreciable, aquel que aún se quema en las pailas del Infierno mientras Salomé continúa bailando sobre brasas ardientes? ¿O sería tan sólo una desafortunada víctima de las circunstancia? ¿Deseó hacer una cosa y salió otra, cargando eternamente con la infame fama? El Judas del “Jesús de Nazaret”, de Franco Zefirelli, es retratado así, como una víctima de sus propios deseos. Quería gloria para Jesús, y lo entregó a quienes buscaban destruirlo. Pero ¿era Judas dueño de sí, o mucho antes, cuando los patriarcas aún vagaban por el desierto y se profetizaba el nacimiento, martirio y muerte del Cordero, ya su destino estaba sellado? Pudo negarse, pudo hacer muchas otras cosas, eso siempre se alega en su contra; pero ¿realmente podía desviarse de un plan trazado antes de su venida al mundo por Alguien superior?

Tal vez debió escuchar la advertencia que canta el coro mientras él se dirige al Sanedrín, en Jesucristo Superstar, en la versión en español: No Judas… Detente Judas… No lo hagas, Judas…

Dios, que nunca nadie me grite un día eso: Me traicionaste, Judas.

Julio César.

1 comentario:

  1. Pienso igual que tu, Yejudah Ish-Keryot fue solo una victima de las circunstancias en el peor de los casos. En el mejor, fue un instrumento de Dios.

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