sábado, 25 de abril de 2009

ESTALLA UNA BOMBA EN PAKISTÁN

El juguete rodaba de mano en mano, todos lo deseaban. Eran niños y todo lo olvidaban al tener con qué jugar… y al competir entre ellos por ver quién lo tendría. Pero este era distinto. Un grupo de personas está molesta, molesta por algo, y como medio de lucha y protesta, alegando que así se los ordena el dios de la violencia, llenaron el juguete de explosivos. Y estalla al noreste de Pakistán. Una bomba en un juguete. Seis niños mueren, cinto quedan gravemente heridos. Y alguien se felicita por su éxito, entre risas, abrazando a un camarada, y en otras partes del mundo voces se levantan ya justificándolo, se trata de pobres luchadores ocultos que matan al que pueden para dejarse oír… mientras los ojitos muertos, muertos para siempre, muestran una extrañeza vacía. Y un grupo de mujeres, olvidadas para siempre de toda felicidad, angustia o creencia, llora desgarradoramente. Para ellas no puede haber consuelo, sus hijos han muerto, porque alguien estaba molesto con otros y se le ocurrió que esa sería una buena forma de hacerlo notar, es su derecho. Valientes guerreros de porquerías, hermanos de quienes encadenan a otros a un árbol, o los encierra tras una empalizada a que mueran de hambre, o los llevan a las duchas al lado de los hornos. Sin embargo, lo más aberrante e imperdonable son las voces que justifican el terror. Requien por esos niños.

JC

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