domingo, 12 de abril de 2009

... DE TRAICIONES Y OTROS DOLORES




Hace un par de días vi 'La Pasión de Cristo'. Me impactó. No la había visto todavía, y creía que una película hablada íntegramente en arameo y latín, de la que me habían dicho que tenía un exceso de sangre y crueldad, no me iba a gustar. Lejos de eso, me encantó. Me pareció que debe acercarse mucho más a la realidad histórica que otras versiones. Y sobre todo me gustó el punto de vista: la relación entre María y Jesús. Nunca me había parado a pensarlo.
Para esa madre, que al fin y al cabo es lo que era, ver a su hijo escarniado, maltratado, torturado, y finalmente asesinado...

Y creo haberte hablado ya de otra María, de aquella que dos meses después del inicio de nuestra guerra Civil, allá por el 36, recibió una llamada en su puerta en plena noche. Eran tiempos difíciles, tiempo de miedo y de venganzas. En casa estaban con ella dos de sus hijos y su única hija, también María, la que 35 años después sería mi abuela, embarazada de ocho meses de la mayor de mis tías.


María Galera, mi bisabuela, abrió la puerta, y se sintió aliviada al ver que quien picaba era el mejor amigo de sus hijos. Ese que había compartido con ellos tantos dias de siega y de campo, y que solía comer invitado a su mesa, porque la casa de mi familia era de las primeras que se encontraban al entrar en el pueblo, y María siempre le decía al verlos llegar agotados por un día de durísimo trabajo bajo el sol andaluz "¿ahora te vas a ir para arriba?, hombre, ¡quédate a comer con nosotros!".


Pero el alivio le duró muy poco tiempo, tan poco como él tardó en pronunciar"diles que salgan".


Ella no lo podía creer, a pesar de que en la puerta también había más gente. La historia me la explicaron hace muchos años, y hará cosa de cuatro me la repitió, en una de las pocas conversaciones serias que tuvimos, María Olmo, mi abuela. No recuerdo muchos detalles. No sé cómo se llamaba el amigo de mis tíos, seguramente porque no hemos querido repetir mucho su nombre. No sé cuántos eran, pero lo que sí se es que María Galera suplicó, lloró, rogó... se arrodilló abrazando las piernas de aquel que había sido como su hijo mientras le decía "¿tú?, ¿tú que has comido tantas veces en esta mesa?... ¿tú a quién te he querido y tratado como a mi sangre?"

En ese momento una de las armas que traían se dirigió a la frente de María, y apoyándola en ella alguien dijo "y como no te levantes ahora mismo del suelo y ellos salgan ya, te llevamos a tí también"

Los dos muchachos, porque no eran otra cosa, salieron al oir la amenaza.

Y se los llevaron.

María Galera pasó la noche recorriendo, como loca, los campos, las acéquias... todos los lugares donde creía que pudiera localizar a sus hijos. No los encontró. Al amanecer sus dos gorras estaban colgadas en la tapia del cementerio. Esa era la forma gentil en que los verdugos hacían saber a las familias de las víctimas que ya no había esperanza. Aparecieron debajo de un puente por el que María había pasado una y otra vez esa noche... pero no miró debajo.

Nunca se recuperó. Nunca volvió a hablar. Nunca volvió a salir de su casa. Se vistió de luto y nunca más lo abandonó.

Durante la Guerra se vivieron muchos otros momentos duros, y al finalizar esta aún más, porque los vencedores se sintieron siempre con derechos sobre los vencidos. La familia del traidor siempre vivió cerca de la mía, pero no éramos una excepción en el pueblo.

Qué debió pasar por la cabeza de aquél hombre... qué amenazas debió sufrir, si es que ese fue el motivo... cómo siguió adelante con su vida sabiéndose responsable de la muerte de sus dos mejores amigos que habían cometido el único delito de ser simpatizantes socialistas y fieles a la República que el pueblo votó... qué hacía cuando se cruzaba con mi abuela por la calle... qué hacía mi abuela cuando lo veía...

Mi madre me ha contado muchas veces que pasó mucho tiempo con María Galera. María Olmo, mi abuela, la enviaba a hacerle compañía porque nunca más volvió a salir de su casa. Ella nunca le contó nada, ni de esa noche ni del resto de miserias de la Guerra, porque no quería inculcar en sus nietos la semilla del rencor ni el odio. Habló muy poco después de esa noche. Sólo suspiraba.

"...y de vez en cuando, se le escapaba un suspiro... que helaba el alma"

1 comentario:

  1. Qué historia, M, has logrado encarnar en personas reales algo que uno, lejos, oye sonar exótico: La Guerra Civil Española. En su carne, tu familia entendió el horror de cuando el rencor es regado irresponsablemente dentro de los pueblos. Vecino contra vecino. Padre contra hijos. El drama del odio usado como arma para controlar. Tal vez a ese ‘amigo’, Judas, no le hicieron nada para obligarlo a traicionar, tal vez actuó a conciencia. Recuerda que muchos nazis, mientras paleaban cenizas de muertos de los hornos, creían hacer algo bueno. Pobre María, condenada a llorar a su sangre.
    JC

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