martes, 5 de mayo de 2009

UN DÍA DE ESOS…

Desperté, solo en mi cama (¿dónde andabas, amada mía?), a las cuatro y cuarenta de la mañana, que para mí todavía es noche cerrada, aunque he oído por ahí de gente que despierta a las tres de la madrugada preparándose para salir al trabajo. Yo no.

Me despertó el movimiento de mi cama. Todavía adormilado, no entendí que pasaba. La cama, grande, se balanceaba de adelante atrás, la caída de unos libros me lo explicó: estaba temblando. Fue un movimiento sísmico que duró, dicen, once segundos. Me parecieron más mientras esperaba que terminara e intentaba alejar mórbidos pensamientos de techos cayendo.

Salté de la cama. Vi luces encenderse, gente bajar a los estacionamientos, oí perros aullar. Como nada pasó regresé a mi lecho. Duermo hasta las seis. Vivo en el Centro y es fácil para mí llegar al trabajo. Desperté nuevamente, y me encuentro con que… llueve.

Pero no una ligera lluvia. No, era un palo de agua. Qué fastidio. Qué flojera. Pensé en no salir. El temblor, del que oí luego tuvo una replica quince minutos después, mientras dormía, tenía a Caracas y sus alrededores, alarmada. Pero mi jefa estaba de viaje, y perder un lunes sin motivos de cusa mayor es feo.

Esperaba que dejara de llover. Y no paraba. ¿Mi paraguas? Misterio. Debe estar allí donde terminan, como dice M, calcetines y lapiceros. Bajé, corrí un poco bajo la llovizna. Subí a un bus… para encontrarme con un aumento del pasaje. Cómo molestó a la gente el alza de esos quinientos bolívares de los viejos.

Llegué al trabajo… revisé el correo y M continuaba ausente. Divirtiéndose en quién sabe dónde. Y con quiénes. No era justo, recuerdo que pensé.

Y esperé en mi oficina, deseando verte… y no llegaste. Creo que eso fue lo peor de este lunes. La sensación de vacío; la medida de la futilidad de todo, de que nada vale realmente la pena, me la dio tu ausencia.

JC

1 comentario:

  1. No sabía de vuestro terremoto.

    Sí sabía de tu corazón... ¡qué bonito!

    Mientras M.intentaba divertirse, y casi, casi lo consigue... pero no se dejó vencer por la falta de aire, los dolores de pecho ni la insurrección de mis ropas y mis zapatos... sigo en la brecha, vaquero!

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