jueves, 7 de mayo de 2009

MINUTO 93




La religión ya no es el opio de los pueblos. Por lo menos no aquí, en este lado del mundo. Por aquí hace mucho que esa función narcótica la cumple el fútbol.

Hace días, quizás semanas, que a penas se oye hablar de la crisis. Hemos pasado de la angustia generalizada a ignorarla.

Ahora se habla del Barça. Y voy a poner ejemplos:

El sábado por la noche se jugaba contra el gran rival: el Real Madrid. España se divide básicamente en forofos (o simpatizantes) del Barça o del Madrid, culés y merengues. Por supuesto que muchísima otra gente adora a sus equipos, pero raro es el que, sea del Osasuna, del Betis, del Sevilla o del Logroñés, no tenga también su preferencia clara entre uno de esos dos equipos.

Yo soy del Barça, por supuesto.

Se disputaba un partido trascendental. En el Santiago Bernabéu. Si el Madrid ganaba se quedaba a un solo punto de nosotros, con cuatro partidos por delante... si el Madrid perdía la diferencia se iba a 7 puntos. Y además, seguramente por encima de todo esto, estaba la rivalidad, casi odio entre las dos aficiones.

'La manita' es una expresión que se utiliza en uno y otro bando (mano en alto, con los cinco dedos extendidos) para humillar al rival, recordando enfrentamientos históricos en que uno de los dos equipos encajó cinco goles... si buscas en un diccionario la palabra 'humillación' seguro que sale 'la manita'.

Pues bien, como ya he dicho, el sábado era la cita. Yo no tuve la precaución de tenerlo en cuenta antes de reservar mi billete de vuelta de Mallorca, y el partido me enganchó sin radio ni tele, entre la sala de embarque y el vuelo. Llamé a mi niña por teléfono mientras esperaba a embarcar, me contó, muy enfadada, que su padre le estaba haciendo rabiar, haciéndole gestos señalando al escudo del Madrid que llevaba en su pantalón y riéndose (era el 1-0).

En pocos minutos, no habíamos colgado todavía, mi niña me dijo 'espera un momento, mami' y oí como le preguntaba a su padre 'i ara, qui ha marcat?', a la respuesta de éste le siguieron unos gritos de 'oé, oé, oé, oé...oé, oé ' de mi niña... era el 1-1.

Hubo movimientos raros en aquella sala de embarque, pero no nos enteramos de mucho, hasta que al subir al avión un pasajero bien intencionado y mejor equipado nos informó "ya van 2-4".

Fiu... en el campo del Madrid... menuda remontada...

El vuelo Mallorca-Barcelona dura escasamente media hora y yo no había facturado mi maleta, así que bajé muy rápido del avión. Cuando salimos del finger algunos nos hubiéramos tirado cuerpo a tierra si no fuera porque íbamos cargados de cajas de ensaimadas: un energúmeno empezó a gritar como un loco en uno de los bares de la terminal. Gritaba con una voz ronca, tardamos unos segundos en distinguir que lo que decía era 'GOL'... enseguida se hizo casi un círculo a su alrededor... gente con caras cansadas, todos con una maleta en una mano y ensaimadas en la otra, y todos con cara de interrogante 'gol, si, vale, pero....¿de quién?', sin que llegaramos a preguntarlo él contestó... "Gooool de Messssiiii !!!!" y le contestó un coro de "oh!", "Ah!", "Vaya!", y expresiones menos elegantes... la mayoría de las caras sonrientes... algunos, los menos, escaparon corriendo y cabizbajos... ¡habíamos alcanzado la manita!

Mientras esperaba a mi padre, que venía a buscarme, se oyó un estruendo de bocinas y gritos... una pareja que esperaba a mi lado se separó y él salió corriendo a la calle. Enseguida volvió sonriente, moviendo la cabeza de lado a lado: "¡¡El sexto!!".

Nueve de la mañana del lunes 4 de Mayo. Los compañeros van entrando en la oficina, la conversación es sólo una. Las sonrisas, los comentarios, "¡qué pasada!". Porque parece ser que, además, se jugó muy bien, mejor aún de lo que se viene jugando desde que Guardiola, un símbolo de este equipo que fue jugador y capitán indiscutible en los noventa, asumiera el puesto de entrenador casi de rebote.

Hace meses que se disfruta del juego del Barça, hace unas semanas que la gente vive apasionada.

Ayer se jugaba la vuelta de las semifinales de la Champions. Chelsea-Barça. Partido de ida 0-0. Pintaba bien.

A las 8 y cuarto me crucé con un vecino con el que solemos hablar largo y tendido. Se disculpó "Marga, lo siento, llego tarde, había quedado a las 8 en el bar para ver el partido".

La gente queda en los bares (esa puñetera manía de emitir los partidos por canales de pago...), rien y beben en la previa... gritan juntos en el partido... se abrazan y felicitan al final.

El Barça lleva toda la temporada haciendo buen juego, dando espectáculo y goleando, pero parece ser que ayer se le olvidó todo eso. En la primera parte encajamos un gol. "no pasa nada, con que marquemos sólo uno ya ganamos, por aquello del valor doble de los goles en campo ajeno".... y era verdad... no pasaba nada... absolutamente nada... durante los primeros 93 minutos del partido (por si alguien no lo sabe, un partido de fútbol suele durar 90 minutos).

La gente se preguntaba qué estaba pasando. Yo estaba oyendo el partido por radio, por primera vez en toda la temporada.(Tuve una sobredosis de fútbol en una época de mi vida que me hace mantenerme ahora un poco al margen de la mayoría de partidos)

Pero llegó el minuto 92. Decidí que quizás yo era la gafe y apagué la radio. Pensativa. No podía ser que nos quedáramos fuera de la final. No habían pasado ni diez segundos cuando escuché un gran golpe en el piso de arriba, casi simultáneamente unos gritos en el de abajo.... y luego.... la avalancha!!!...

Iniesta marcó un gol perfecto en el minuto 93. Un gol que nos clasificaba para esa final, sin tiempo a que el Chelsea reaccionara.

Salí a la terraza. Lo que ví era maravilloso. Similar a ese vídeo que corre por internet en el que unos bailarines invaden Liverpool Station y consiguen contagiar a gente de todas las edades con sus bailes: los dos bares que se ven desde mi terraza vomitaban gente a la calle, todos con los brazos en alto, todos chillando... se oyeron petardos... los balcones estaban habitados por gente con camisetas del Barça ¡gente que se ponía la camiseta para ver el partido en casa!.. de la parte de arriba de la calle bajaban más volando que corriendo dos chavales, se fundieron en un abrazo con otro que les esperaba en la puerta del bar... salía gente de los portales a celebrar en la calle... un vecino del bloque de enfrente sacó los altavoces de su equipo a la ventana de su séptimo piso y sonó, todo lo alto que pudo, We are the Champions de Queen, una y otra vez. Cuando un rato después los gritos bajaron un poco su intensidad y los de la calle empezaron a oir la música muchos bailaron.

Estuve un buen rato observando hipnotizada, con una sonrisa idiota en los labios y la radio pegada a la oreja. Lo que ayer viví fue hermoso, a pesar de no poder bajar a la calle a saltar y gritar, ni haber ido a Canaletas, lugar de reunión y celebración de la afición culé. Cuando volví a entrar en casa tardé un rato en encontrar a mi perra, se había escondido todo lo bien que había podido, asustada por los gritos y los petardos.

Hoy éramos todos un poco más felices... hoy nadie hablaba de la crisis....y el fin de semana podríamos salir matemáticamente ganadores de la liga, la semana que viene jugamos la final de la Copa del Rey y a final de mes la final de la Champions... la cosa pinta bien.

Aunque una pregunta me ha asaltado esta tarde.... los merengues ¿pensarán en la crisis todavía?

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