miércoles, 16 de septiembre de 2009

LOS CUARENTA

Esta cifra, como alguna vez dije por ahí, inquieta. Es como demasiado tiempo. Si se multiplica por dos difícilmente podemos esperar seguir sumando. No es como los veinte. O los treinta. Personalmente, hace unos tres años, comencé a sufrir una crisis casi de identidad. Me cuestionaba quién era, qué había logrado y a dónde quería llegar. A los treinta y siete años de edad fui botado de una relación que creí estable, para matrimonio y más, y me sentí contento. Hasta entender que no tenía mucho de nada. Ni siquiera logros. Fue más o menos por la época cuando vi, por primera vez, Brokeback Mountain. Ya imaginarán cómo me fue. A mi malestar personal se unieron el pesar y la angustia por relaciones que se frustraban, y el miedo a un carajo que terminaba solo, sin nada como no fueran recuerdos.

Creo que se me había adelantado la crisis de los cuarenta. No es fácil hablar de ese periodo en especial, como no sea un marasmo de días sin sentido, de depresión e insatisfacción (¡me veía tan reflejado en los personajes de esa película!); pero, como siempre ocurre, de alguna manera uno continua. Se adapta. Cambia. O lo simula. El caso es que hace poco leí esta reseña, en El Nuevo País, de uno de sus columnistas al que leo mucho. Un carajo mayor. Hablaba de forma ligera y algo superficial, de los cuarenta. No pude evitar sonreír, reconocí en mí mismo mucho de los síntomas: intranquilidad, el sentir que no había logrado nada, e incluso el deseo infantil de escapar, de cambiar de vida (pensaba en dejar mi trabajo de oficina para irme a vender pescado frito a orilla de una playa).

A diferencia de otras lecturas al señor Rivieras, esta no fue tan fácil de digerir, pero aún así, disfrútenla.
……

LA ARRECHERA COTIDIANA
Por Eduardo Riveros.

¡Crisis: cuántas imbecilidades se cometen en tu nombre! No hablo de la manoseada mutación económica; sino de la que afecta al ser humano. Desde siempre. Y han sido los hombres, los varones, los que mayor provecho o dolor le han sacado a esos saltos. Entre las más notables, respetadas, reconocidas, estuvo y, en parte continua, la Crisis de los Cuarenta. Hasta las familias esperaban con angustia el arribo de ese cambio. Tenían, por doquier, ejemplos de lo desastroso que podía ser el trance. Algunos se iban de sus hogares, con nuevas parejas, habitualmente más jóvenes, más ignorantes e inferior intelectualmente. Les hacían sentir, explican los expertos, superiores. La idea era cambiar una vida insatisfactoria. Barrer la rutina. Otros no seguían ese camino sino que dejaban el trabajo en busca de utopías, o de “hacer lo que siempre he deseado”. Con su tradicional talento, Somerset Maughamen, en “El filo de la navaja”, pone, finalmente, al triunfador Larry como taxista. Y es feliz.

Con las mayores expectativas de vida, esas crisis no han desaparecido, se han trasladado a unos años más adelante. Y, multitudinariamente, se han unido las mujeres. Para ellas, antaño, sólo existían los conflictos hormonales naturales: menopausia, amenorrea. Ahora no. Tampoco ellas se sienten satisfechas con la vida llevada. Pero inteligentes, como siempre han sido más que los hombres, buscan el cambio no en la cama sino en lo profesional, en superación personal, estudian, logran masters y, con ello, un absoluto reconocimiento laboral, empresarial. En esa posición pueden elegir desde mejoras salariales hasta un compañero mejor que el que, también se dan los casos, abandonan en el camino.

En esto las féminas también han igualado a los varones. Tradicionalmente el sujeto buscaba, para su desahogo, personas dependientes, subordinadas. Era más sencillo pedirles ‘travesuras’ sexuales, las que no se atrevían a solicitarle a la esposa, o ésta no les concedía. Con la independencia económica, mayor seguridad, ellas siguen ahora el mismo camino buscando también sujetos ‘dependientes’. Y los preferidos son los instructores de gimnasios. Estos muchachos tienen, hoy, un requerimiento inusitado. Aunque también los chóferes y guardaespaldas gozan de demanda. Y este fenómeno se ha llevado exitosamente a la televisión. ¿Qué otra cosa son “Mujeres desesperadas” o “Sexo en la ciudad”?

En vista de todo lo anterior es que los especialistas dicen que ya no se debe hablar de ‘crisis’; puesto que estas se han transformado en vehículos de superación. Al menos para las mujeres.
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La verdad es que el hombre es algo tajante, y hasta desagradable, en sus afirmaciones. Pero de que los cuarenta pegan, pegan, la sensación de vacío, de poca valía, nos atormenta. Es como una pared que por un momento te detiene, asusta, y la cual debes superar sintiéndote distinto. Yo llego el año que viene y ya llevo tres años padeciendo lo que se podría llamar una pre crisis.

JC

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